--¿Si tuvieran que sentarse a la sombra de un árbol, cuál escogerían?
Pronto el aula se llenó de troncos centenarios e imágenes frondosas. Tras escuchar todas las respuestas, la contadora se volvió hacia la hija de uno de los asistentes al curso. La niña había salido temprano del colegio y esperaba de pie en una esquina.
--¿Y tú? --le preguntó.
--¿Yo? --respondió la niña--, yo me sentaría a la sombra de un cuento.
La narradora sonrió divertida.
--Pero eso no vale, un cuento no es un árbol.
--No veo por qué. Mis cuentos tienen más hojas que un abedul en invierno.
Y para corroborar sus palabras sacó de la mochila un cuaderno de hojas verdes, cada una con una historia.
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