Salónica es una de las ciudades más singulares del mundo. Fue conquistada por los otomanos en 1430 y, sin embargo, pese a ese dominio musulmán dio acogida durante varios siglos a judíos expulsados de media Europa, si bien la mayoría de ellos procedían de Sefarad, las tierras del reino de Castilla y de la corona de Aragón de las que fueron expatriados por los Reyes Católicos en 1492.
De modo que Salónica se configuró como un lugar de convivencia entre cristianos (la inmensa mayoría ortodoxos), musulmanes y judíos, donde comerciantes egipcios, esclavos ucranianos, bandidos albaneses y rabinos sefardíes se entendían en media docena de idiomas. La ciudad alcanzó fama tanto por sus palacios como por sus burdeles, y en ella abundaron los mesías, los mártires y los milagros.
Pero en siglo XX se acabó la trayectoria cosmopolita y la tolerancia social que caracterizaban la ciudad donde había nacido Mustafa Kemal Ataturk --el militar racionalista y laico que lideró el triunfo del movimiento de los jóvenes turcos--, pues fue precisamente en Salónica donde más empeño pusieron las autoridades griegas cuando decidieron expulsar del país a los musulmanes, y fue también allí donde los nazis reunieron las bolsas más numerosas de judíos de la región balcánica para enviarlos a los campos de concentración y exterminio.
Este libro de Mark Mazower ha sido galardonado con dos de los más prestigiosos premios que se conceden a trabajos de historia, el Duff Cooper y el Runciman.
Edita CRÍTICA
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