El autor de esta narración, Robert Dennis Harris (Nottingham, Gran Bretaña, 1957), es un ex periodista que trabajó para la BBC reconvertido en escritor especializado en la recreación de episodios históricos. Sus libros han obtenido amplia aceptación y han sido traducidos, de momento, a una treintena de idiomas.
Entre otras obras de Harris, cabe destacar Patria (Ediciones B), Enigma (Plaza & Janés), El hijo de Stalin (Plaza & Janés), Pompeya (Grijalbo) e Imperium (Grijalbo). Estos dos últimos títulos prueban que Harris ha dedicado años a conocer con detalle la historia de la antigua Roma. De manera que Conspiración es, por así decirlo, fruto de un enjundioso estudio y de un almacén de datos cuidadosamente enriquecido.
Conspiración es, a decir de numerosos historiadores, la mejor recreación novelada de uno de los episodios más apasionantes de la historia de Europa. El protagonista es, para colmo de atractivos, Cicerón, que en la realidad y también en la ficción de Harris hace frente a la trama de conspiradores que urdió Catilina para derrumbar la República Romana, que fue la primera experiencia de ese tipo de régimen en la historia de la humanidad. Harris ha reconstruido con rigor el juego de alianzas que menoscabó fatalmente la estructura de poder romana.
La República Romana comprendió desde el 509 a.C. --cuando cayó el último rey, Lucio Tarquino, apodado el Soberbio-- hasta el año 27 a.c., en el que fue constituido el imperio. La república latina se impuso como potencia dominante en la Península Itálica durante los siglos IV y III a.C., tras someter una a una a todas las tribus y etnias del centro de la actual Italia y enfrentarse con éxito con las ciudades-estado de origen heleno que controlaban el sur de la península y Sicilia (isla conocida como la Magna Grecia).
La república también derrotó y sometió a su control los territorios de las dos grandes potencias mediterráneas de la época: Cartago, fundada por los fenicios, y Macedonia; al tiempo que expandía su poder hasta el finisterre hispano, las riberas del Tigres y del Éufrates, la costa del mar Báltico y el sur de las islas británicas.
Un poder local para unas posesiones continentales
Pero los gobernantes romanos se olvidaron --o fueron incapaces-- de adecuar su estructura de poder, que era de ámbito local --Roma era el ombligo y centro de todo su poder--, por lo que los resortes eran inadecuados para controlar tan vastas posesiones.
La inestabilidad, en parte propiciada por gentes de diversas etnias y culturas llegadas a Roma, desencadenó revueltas y sucesivas guerras civiles. Personajes como Tiberio, Cayo Sempronio, Mario y Sila intentaron cambiar las estructuras, para bien o por interés, pero fracasaron. Tras la llamada rebelión de Sertorio, en Hispania, llegó la conjura de Catilina, que fue el principio del fin de la república al desembocar en la constitución de un triunvirato (Julio César, Pompeyo y Craso) que ejerció el poder a modo de dictadura, hasta que todo se derrumbó y la República Romana dejó paso a una monarquía imperial.
Conspiración permite conocer qué sectores sociales y quiénes, a la sombra de la conjura de Catilina, años después pusieron fin a la República Romana. La narración tiene rasgos propios de novela policíaca, es ágil y su autor tiene el acierto de respetar y utilizar adecuadamente conocimientos y datos probados por los historiadores que han investigado aquella época; virtud esta --la de respetar la ciencia llamada Historia-- que se echa en falta en demasiadas novelas calificadas formalmente de históricas.
Edita GRIJALBO
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