Escribe Luis Pousa, en su bitácora Farrapos de Gaita:
"Una de las corrientes subterráneas que atraviesa sin redención la biografía de América —tal vez la de cualquier país— es la violencia. Esa violencia fundacional, sobre la que se alzaron las fronteras de Estados Unidos, y que parece empapar la atmósfera del continente desde la época de las grandes migraciones al Oeste hasta nuestros agitados días. Una de las más agudas indagadoras de esa constelación de violencias, que parece hallarse encriptada en el código genético de su nación, es la escritora Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938), capaz de adentrarse sin miramientos en ese universo convulso, siempre al borde de la de la erupción, en el que hasta el propio paisaje se contagia de esas raíces estremecidas por el caos:
"Si ibas en coche por las zonas rurales al norte de la ciudad —las estribaciones de los montes Adirondack—, veías los restos de antiguos glaciares en su lenta violencia, lo que hacía que el paisaje rocoso se retorciera como algo obligado a pasar por una trituradora de carne. (página 27).
"Ese es el oxígeno que se respira en el entorno de Sparta, estado de Nueva York, la población imaginaria y asfixiante a la que regresa Oates en su novela número 57, Ave del paraíso, publicada ahora en castellano por Alfaguara. Por supuesto, el único paraíso que se vislumbra en las 500 páginas de la obra es el de la canción (Little Bird of Heaven, de los Reeltime Travelers) de la que toma su título..."
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