La candidatura y después la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos concitó aplausos en medio mundo. Millones de norteamericanos, latinoamericanos, europeos, asiáticos y africanos vieron alimentadas sus esperanzas de que el imperio modificara los despropósitos, siquiera algunos, cometidos bajo la presidencia de George Walter Bush.
Pero, ¿qué ha cambiado realmente en Estados Unidos desde que Bush abandonó la Casa Blanca? La respuesta es obligada: muy poco, así lo entiende también el autor de este libro, Tariq Ali.
Así, por ejemplo, una vez explotada la burbuja financiera que desató la actual crisis económica que sufren en mayor o menor medida todos los países de Occidente, el presidente que anunciaba mil y una reformas se ha limitado a rescatar a las corporaciones que se entramparon en la dinámica ultraliberal que reinaba --y sigue reinando-- en Wall Street... Y lo ha hecho a cambio de casi nada.
A la postre, la cúpula del Partido Demócrata y de la Administración estadounidense sigue al servicio de los grupos de presión, prueba de ello es que la ley con la que se pretendía reformar y modernizar en profundidad el sistema de la sanidad pública de EE UU ha sido revisada a la baja con el apoyo de parte de los congresistas y senadores del partido del propio Obama; la educación sigue supeditada a los intereses de empresas y fundaciones privadas y las grandes corporaciones financieras --incluidas las compañías aseguradoras-- han sido rescatadas unas y recompensadas otras, evitando endurecer los controles.
En cuanto a la política exterior, la tesis de que el terror se combate con violencia sigue vigente; de hecho, Irak permanece ocupado por una fuerza militar extranjera y no parece que esa situación vaya a terminar en el corto ni en el medio plazo; en paralelo, Washington sigue empeñado en cerrar los ojos en Oriente Próximo para no perjudicar los intereses de Israel, Arabia Saudí y el resto de sus aliados en la región; en Afganistán se sigue combatiendo y en Pakistán hay más tropas, violencia e inestabilidad que en tiempos de Bush.
No es de extrañar, pues, que el Partido Republicano se haya recuperado electoralmente y que cunda el desánimo entre los miembros del sector del Partido Demócrata que aspiraban a sentar los pilares para que EE UU entrara en el siglo XXI con posibilidades de recuperar el crédito y la credibilidad internacionales que ha perdido --y sigue perdiendo-- desde la década de los años setenta.
Edita ALIANZA
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