Uno de los orgullos de Casa das Letras es contar entre sus asiduos con personas tan conocidas y respetables como Leopoldo Calvo-Sotelo y Fernando Morán, o con escritores y eruditos que se expresan en lengua castellana, en galego, en asturianu, en eonaviego (o gallego de Asturias)… y un largo etcétera de gentes sensatas y valiosas a las que el mercado oficial de la cultura apenas da valor pero que son fundamentales para mantener el pulso social y la convivencia. Sería largo e injusto mencionar a unos y no citar a otros. Entidades como la Asociación Cultural Francisco Lanza y la Sociedad Asturgalaica de Amigos del País, entre otras, nos bendicen con la oportunidad de estar en contacto con el saber humano y la vida cultural más cercanos.
Y entre todos esos amigos, clientes, entidades sociales y culturales y compañeros de viaje en la tolerancia y el fomento de la cultura figura Daniel Cortezón.
Daniel Cortezón no es una estrella mediática, ni el autor de un best-seller arrollador, ni tampoco ha sido un protegido de la Administración o de un alto cargo de un departamento cultural municipal, autonómico o estatal… Daniel Cortezón es un tipo del común, con todo lo positivo --que no es poco-- que esto significa; circunstancia que engrandece su tesón y su trabajo, su curiosidad y dotes intelectuales y su capacidad de expresión.
Con el señor Cortezón no hay deudas que pagar… Ya sabe usted, amable lector/a, a las deudas que uno se refiere, esas que nacen al amparo de un trato especial, de un gesto nepotista o de un detalle propio del amiguismo agradecido o pagado. Con el señor Cortezón, Casa das Letras y los que colaboramos con su gerente, Andrés López-Santos Santiago, tenemos una deuda de respeto intelectual y, también, de amistad siempre correspondida.
Él, don Daniel, es uno más de esos ribadenses a los que apenas damos valor porque los vemos todos los días, porque tomamos los vinos con ellos y debatimos sobre lo divino y lo humano, o de fútbol y de política local, de lo mal que está el tráfico o de pesca... Porque demasiadas veces apenas valoramos las cosas y las personas valiosas que nos acompañan.
No es una novedad editorial, pero Cortezón es el autor de un libro --entre otros muchos-- que versa sobre uno de esos productores de cultura a los que involuntariamente castigamos con el olvido porque los tenemos o los hemos tenido cerca. El libro se titula Dionisio Gamallo Fierros. Varón de Porcillán, que ha sido uno de los más sobresalientes polígrafos y al que, sin embargo, numerosos ribadenses --al igual que gallegos y españoles en general-- apenas prestan atención porque es de casa...
Pues bien, Cortezón es el autor de esa biografía --que no hagiografía.
Sirva este libro de Cortezón para reivindicar a dos ribadenses --el biografiado y el biógrafo-- cuya exisetncia ha confirmado una verdad de párvulos: En ocasiones, las personas más interesantes y valiosas las tenemos al alcance de la mano y no sabemos valorarlas.
Sirva este libro de Cortezón para reivindicar a dos ribadenses --el biografiado y el biógrafo-- cuya exisetncia ha confirmado una verdad de párvulos: En ocasiones, las personas más interesantes y valiosas las tenemos al alcance de la mano y no sabemos valorarlas.
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