El subtítulo del libro refleja con mayor exactitud el contenido: Un cinéfilo adolescente en el franquismo. Este libro es, en esencia, un ejercicio de memoria, además de ser autobiográfico. En cierto modo, se trata de un documental, pues a la relación de las películas de las que disfruto el autor siendo niño, adolescente y joven se suma el escenario de zquellas tardes de cine: los anuncios, las noticias, las curiosidades, las tristezas y las alegrías cotidiana, los escándalos de la época, etcétera.
En aquella España gris los cines cumplieron diversas funciones, desde espacios donde alejarse de la realidad hasta lugares donde soñar era posible. Y además de soñar, también era posible vivir acontecimientos ajenos, en mundos lejanos y en el destiempo.
A pesar del rancio españolismo que embardurnaba todo y a todos, el cine norteamericano fue, con ventaja, el que acaparó mayores atenciones y también el que más y mejor conseguía que los espectadores se olvidaran durante hora y media --o tres en las sesiones dobles-- de la vida cotidiana. Pero el autor, Juan Tébar, también narra cómo y porqué le conmovieron películas italianas, francesas, alemanas, españolas... Un libro, en definitiva, que retrotrae al lector a un tiempo en el que ocurrieron cosas que a veces se pretende olvidar, pero las películas y los cines forman parte de esa parte de la memoria en la que todo se recuerda entre penumbras y con añoranza, incluso con dulzura, sobre todo cuando las imágenes han dejado su huella en los ojos de un niño.
Edita ALIANZA
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