Los hechos que inventa y narra Glenn Cooper en esta notable novela de misterio transcurren en el siglo VIII, en Bretaña (Francia); concretamente, en una abadía denominada Vectis, donde se cría un niño llamado Octavus sobre el que pesa una maldición, como séptimo hijo del séptimo hijo de una saga que, según los augures, posee facultades diabólicas. Un buen día, Octavus comienza a escribir una relación de fechas y de nombres que en principio parecen carecer de sentido y significado.
Sin embargo, uno de los nombres y la fecha colocada a su lado coinciden con la identidad de un monje y el día de sus muerte, lo que provoca natural inquietud entre los residentes en el cenobio.
Siglos después, los miembros de la llamada Orden de los Nombres --descendientes todos ellos de aquel niño del siglo VIII-- siguen escribiendo sin descanso y aumentando el listado de nombres y fechas cuyo significado es...
Sorprendentemente, también sin motivo conocido ni razón aparente, los miembros de la Orden de los Nombres empiezan a suicidarse.
La biblioteca de los muertos no es una gran novela, pero sí es entretenida; mejor dicho, ¡muy etretenida! Además, el estilo de redacción es profesional --aunque en algunos aspectos demasiado envarado o mecánico--, la trama está bien hilvanada, atrae la atención del lector desde las primeras páginas y, en definitiva, es una opción perfecta como lectura de verano. Al fin y al cabo, los thriller ambientados --siquiera parcialmente, como es en este caso-- en la Edad Media son escasos y dan más juego del que se sospecha a bote pronto... ¡Que pregunten a quienes han leído El nombre de la rosa!
Edita GRIJALBO
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