Es verano. Con o sin vacaciones y haga sol o llueva, apetece sentarse para combatir el bochorno u olvidarse de la casi siempre inoportuna lluvia para leer algo entretenido; por ejemplo, este libro de Luis Piedrahita; pues aunque los atractivos del autor son mayores en vivo y en directo, leer sus monólogos también mueve a la sonrisa e incluso a la carcajada.
Los monólogos de Piedrahita rezuman ironía y, por encima de todo, revelan una sorprendente capacidad de observación y una singular habilidad para ver en los hechos y en los objetos cotidianos lo que el ciudadano común rara vez percibe.
Sólo al niño Piedrahita se le ocurriría preguntar por qué los adultos siempre instalan los columpios encima de un charco...
¿Qué habría pasado si el hombre no hubiera inventado las armas?, se pregunta Piedrahita; que responde: No las inventó el hombre, las inventó Dios... Estaban Adán y Eva en el Paraíso, sin inventar armas ni nada, comiendo manzanas, por hacer algo original, y va Dios y manda un ángel con una espada de fuego.
Otra: Yo soy un amante de los animales. Me gustan los pájaros, voy a meter uno en una jaula; confiesa Piedrahita. Pero luego, al ver el pájaro preso y aburrido se siente culpable y concluye: Pues voy a ponerle un columpio. Y su otro yo replica: ¿Un columpio a un canario? Pero ¡no ves que no tiene brazos!
En fin, un libro tan placentero como una tranquila tarde de verano, haga sol o llueva...
Edita PUNTO DE LECTURA
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