El debú del estadounidense Glenn Cooper --médico y arqueólogo-- como narrador no es un alarde de buena literatura; lo cual es lógico, pues sólo excepcionalmente una opera prima alcanza ese grado de perfección. Pero en todo caso se trata de una buena novela, de esas que se lee de un tirón. Además, como prueba de que engancha valga reseñar que en EE UU ya se han vendido más de 750.000 ejemplares.
Inicialmente, la acción transcurre en la Bretaña francesa, concretamente en la abadía de Vectis , en el siglo VIII, donde vive un niño llamado Octavus, que está dotado de poder singular por ser el séptimo hijo de un séptimo hijo: ser el emisario o anunciador de una serie de fallecimientos.
Un buen día y sin que exista motivo previo conocido, Octavus empieza a escribir una lista en la que figuran nombres y fechas que carecen de sentido aparente, hasta que una de las personas citadas y la fecha que figuraba al lado su nombre coinciden con la identidad de un monje y el día de su muerte.
Trece siglos después de aquel inexplicable episodio medieval, los residentes en la ciudad de Nueva York viven angustiados debido a una oleada de crímenes cuyas víctimas, entre las que no existe relación, han recibido días antes de su muerte una postal en la que figuran la imagen de un ataúd y la fecha en la que morirán.
En ese punto entra en escena Will Piper, agente del FBI que goza de prestigio como especialista en asesinatos en serie…
Edita GRIJALBO/MONDADORI
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