Este libro demuestra que Paul Auster también puede recurrir al bis de sí mismo y ejercer, simplemente, de Paul Auster. El guión --mejor dicho, los guiones-- de este novela tampoco es una maravilla: Sydney Orr, de profesión escritor, sufre una grave enfermedad que a punto está de costarle la vida. Una vez recuperado, se empeña en escribir y resulta que relata su propia vida, aunque al principio no lo parece; una vida que a su vez contiene otras porque en realidad se trata de varios relatos que, aparentemente deslavazados, acaban fundiéndose en un solo mundo.
La trama permite que Auster escriba y describa hechos y personajes sobreponiéndolos unos a otros como si de un juego de cajas chinas literarias se tratara. En fin, un lío monumental que sólo el oficio de Auster puede hacer inteligible e incluso entretenido.
La noche del oráculo no es una obra maestra, pero sí una demostración de poderío, pues en Auster --fabulador experto-- no hay puntada sin hilo.
El Auster de este libro no es el de años atrás, pero este trabajo indica que puede volver a serlo.
Edita ANAGRAMA
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