"Dice el autor: A veces mis novelas surgen de una idea, una imagen, una sola frase, que me invade de repente hasta convertirse en una obsesión: sólo cuando esa idea o esa frase o esa idea es obsesiva, creo que estoy ante algo que puede fructificar. Un día leí un letrero al que le faltaba una letra; me di cuenta de que con las restantes era imposible formar una palabra, y de ahí surgió la idea de La soledad de las vocales, la tristeza de estas letras que quedan huérfanas de sentido.
"En el rótulo de la Pensión Lausana faltan letras. Allí malviven, entre otros, junto al protagonista borracho e insomne (que comparte habitación con el fantasma de una suicida), un joven escritor que sueña con alcanzar el éxito y rescatar a sus padres de la miseria en un Audi conducido por un chofer negro, un pintor enfermo que quiere morir lejos de quienes le conocen y una mujer madura que asegura haber sido nadadora, famosa, bella y amada por Johnny Weissmuller.
"Sorprende en la novela la extremada economía del decorado y, sobre todo, el habilísimo uso de la reiteración. El autor [José María Pérez Álvarez] explota como nadie – abriendo un nuevo camino expresivo, que da la medida de la calidad del texto – la repetición de media docena de leitmotiv, hasta urdir un runrún implacable que se mantiene sin desfallecimientos hasta el final. Exasperación rítmica que nos sumerge en el vértigo que se sigue de constatar que un solo día vale por todos los de antes y después en una especie de presente continuo de pesadilla. No nos encontramos ante una novela triste, nos enfrentamos a una novela implacable".
[El texto aquí reproducido es de Esther Tusquets]
Edita BRUGUERA
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