¿Puede decirse algo nuevo sobre Prisciliano y el priscilianismo? Todos los especialistas en Historia antigua --concretamente los que se ocupan de la tardorromanidad-- han tenido la necesidad de enfrentarse con la persona y la obra de Prisciliano, que fue capaz de poner en marcha un poderoso movimiento de seguidores de naturaleza interclasista en el que se entrecruzaban objetivos de diversa índole (religiosos, sociales y políticos).
Las valoraciones generales de los historiadores son diferentes cuanto más se acercan a la personalidad del líder socio-religioso, que murió víctima de un tribunal imperial constituido en Tréveris (385). La muerte de Prisciliano fue interpretada como un martirio por sus devotos y seguidores, comprometidos desde entonces con mayor firmeza en la difusión de sus doctrinas y de su estilo de vida riguroso y fiel a la moral del primer cristianismo.
Este trabajo de Francisco Javier Fernández Conde parte de una lectura directa y personal de las fuentes para interpretarlas en el contexto de la sociedad tardoimperial, que estaba en vías de sufrir profundas transformaciones, cuando las institutciones del decadente imperio romano ya apoyaban la creación de una gran iglesia que, vinculada al poder político, triunfó bajo la protección del emperador Constantino, al timepo que la curia renunciaba a la religiosidad cristiana entendida en clave evangélica.
El autor, especialista en Historia de la Iglesia, destaca la profunda contradicción de un reformismo más o menos radical con la disciplina y el orden eclesiástico que fue establecido por el poder político. Antonomia esta que es muy habitual en la trayectoria de la Iglesia, desde los siglos IV-V hasta los tiempos actuales, en los que siguen siendo frecuentes los desencuentros entre la autoridad jerárquica y numerosos teólogos y los movimientos cristianos de base.
Edita TREA
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