Paul Krugman (Albany, EE UU, 1953), Premio Nobel de Economía 2008, ha llegado a ser calificado “el economista más notable de su generación” por la revista The Economist. Pero al margen de titulares destinados a llamar la atención, lo esencial es que el Nobel de Economía de este año es un especialista en comercio internacional y estudioso de las perversiones del monetarismo y del ultraliberalismo, habiendo elaborado varias aportaciones teóricas (todas basadas en hechos) que ponen blanco sobre negro el origen de las crisis cambiarias (como la de los años noventa originada en Asia) y el trasfondo de las políticas del Fondo Monetario Internacional.
Licenciado por la Universidad de Yale en 1974, tres años después se doctoró en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en el ámbito político Krugman ha sido un tanto contradictorio, pues pese a sus posiciones --más próximas al Partido Demócrata que al Republicano-- ejerció de asesor de Ronald Reagan, cuya presidencia propició el moderno ultraliberalismo estadounidense. Sin embargo, hoy Krugman es --junto a Joseph Stiglitz-- uno de los economistas que con mayor rigor científico han criticado los criterios económicos de la Administración Bush.
En la evolución de Krugman jugó un papel fundamental el caso Enron (el consorcio del sector de la energía de EE UU que manipulaba sus cuentas), en el 2001, que provocó que las tesis de juventud del economista adquirieran profundidad, vinculando las transacciones comerciales con los espectaculares y desregulados movimientos de capital que han caracterizado la globalizada economía de los últimos años.
Los libros de Krugman merecen lectura aunque hay fragmentos que no son fáciles de digerir y exigen cierto grado de formación en Economía. En todo caso, Después de Bush es un trabajo asequible al lector medio y que tiene el valor añadido de que aborda aspectos cercanos en el tiempo, lo que ayuda a entender el alcance económico de las aventuras bélicas de Bush en Irak y Afganistán; decisiones que no sólo han hipotecado la economía estadounidense de forma grave, sino que también han condicionado la marcha de la economía internacional, empezando por los mercados del petróleo, amén de desperdiciar ingentes cantidades de dinero público.
Edita CRÍTICA
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