Yannick Murphy ha escrito una reconstrucción conmovedora, quizá demasiado, de la biografía de la mítica Mata Hari; mujer que --según la acusación que la llevó ante un pelotón de fusileros-- se dedicó al espionaje, aparte de bordar la danza del vientre, protagonizar espectáculos eróticos y convertirse en el primer icono erótico de la Europa del siglo XX.
La narración empieza con ella encarcelada en París, acusada de colaborar con el enemigo, Alemania. Y mientras espera, Murphy pone en boca de la protagonista una autobiografía basada en datos contrastados, incluidos reportajes periodísticos, documentos y varios libros publicados con anterioridad.
Margarita Gertrudis Zelle (Leeuwrden 1876-París 1917) era hija de un sombrerero holandés y de una de una mujer originaria de Java, isla indonesia que por aquella época era colonia de los Países Bajos. Margarita, singularmente bella y sobre todo atractiva, se casó a los 18 años con un militar 20 años mayor que ella al que ni siquiera conocía físicamente, con el que había mantenido una relación epistolar a raíz de que él publicara un anuncio en la prensa. Casualmente, su esposo fue destinado a Indonesia, el archipiélago del que procedía la madre de Margarita. El matrimonio tuvo un hijo y una hija, muriendo el primero a manos de un criado, que envenenó al niño para vengar los maltratos que le infligió el militar. El suceso destrozó la vida de la pareja: él se refugió en la bebida, se ausentaba durante semanas y ella buscó consuelo en el sexo, interesándose por desarrollar las técnicas amatorias orientales.
Divorciada y sola, emigró a París
De vuelta en Holanda y tras divorciarse --la custodia de la niña fue concedida al padre, que presentó testigos para acusar a su esposa de ser poco menos que una prostituta--, Margarita se trasladó a París, donde trabajó como modelo y más tarde como bailarina en espectáculos eróticos.
Mata Hari, así era conocida en el mundo de las variedades, mantuvo relaciones con varios militares y políticos de alto rango. En 1917, siete meses antes del final de la Gran Guerra, fue acusada de ser agente de Alemania, a cuyo ejército habría proporcionado datos obtenidos de los oficiales galos con los que ella se relacionaba, provocando la muerte de varias compañías. Fue declarada culpable sin pruebas concluyentes, hilando una trama propia de película en torno a una descabellada hipótesis, y fusilada.
Cuentan que los doce soldados que la acribillaron tuvieron que disparar con los ojos vendados para evitar que la belleza de Mata Hari les impidiera apretar el gatillo. Cierto o no, lo que sí está probado es que en el cadáver impactaron cuatro de las doce balas y sólo una de ellas fue mortal, pues tocó el corazón.
Edita EDICIONES B
No hay comentarios:
Publicar un comentario
* CDL admite comentarios anónimos siempre que NO incluyan insultos ni difamaciones.
* CDL admite comentarios anónimos sempre que NON inclúan insultos nin difamacións.