28 may 2009

"Musicofilia. Relatos de la música y el cerebro"

Afirma Oliver Sacks, uno de los grandes escritores clínicos de este siglo, que los seres humanos “somos una especie tan lingüística como musical”, y aunque el fenómeno de la música es susceptible de muchas distorsiones y enfermedades. Pues la música no sólo nos eleva a grandes alturas emocionales o actúa de acicate de la memoria, sino que puede sumirnos en la depresión o empujarnos a comportamientos totalmente obsesivos.
Si en sus otros libros Sacks nos ha mostrado las enfermedades neurológicas como un nuevo prisma desde el que observar la condición humana para aprender de ella en sus experiencias más límite, ahora examina la relación con la música de pacientes, gente corriente o músicos profesionales – aportando incluso su experiencia personal -, para arrojar una luz insólita sobre ese fenómeno que tanto domina nuestras vidas y del que, en realidad, sabemos muy poco.
A través de fenómenos como la amusia --o incapacidad para sentir la música--, el hipermusical síndrome de Williams --un extraño fenómeno de extrema sociabilidad--, las alucinaciones musicales, las melodías pegadizas susceptibles de convertirse en bucles sonoros, los prejuicios de nuestra fijación con el iPod o la música como inspiradora de auténtico terror, Sacks elabora un lúcido análisis de la identidad humana y de cómo la música, en un mundo en el que no hay manera de escapar de ella, es un factor clave para crear esa identidad, ya sea de una manera patógena o como un agente enormemente positivo a la hora de tratar el parkinson, la demencia, el síndrome de Tourette, la encefalitis o los ataques de lóbulo temporal.
En su último libro, en el que asoman personajes tan dispares como el Che Guevara o Ulises S. Grant, Sacks se revela de nuevo como un espléndido narrador, con una incomparable intuición para el detalle y una excepcional empatía hacia unos personajes que, como siempre, a pesar de su extravagancia inicial, acaban expresando esa humanidad oculta bajo sus extraños síndromes.
Y todo ello, con el humor, la erudición, y la vastísima cultura científica y humanista a que nos tiene acostumbrados.
Edita ANAGRAMA

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