22 ene 2007

"¡Bingo!"

Dentro de poco cumplirá 60 años, está casado con una mujer de la que nunca ha estado verdaderamente enamorado y quizá por eso su vida ha sido --y es-- sosegada y está colmada de equilibrados placeres.
Su notaría es una de las más importantes de la ciudad, dispone de mucho más dinero del que necesita y es capaz de gastar, y por fin puede tomarse todo el tiempo libre que desee. Pero desde hace unos meses ha dejado de desear. De forma gradual e inexplicable, los viajes, la música, el mar, y hasta la pintura y las mujeres, todo aquello que le había dado más placer le resulta indiferente y se pasa los días deambulando por la ciudad o sentado en cafés de barrio.
Él creía que la vejez era una colección de achaques y la desesperación de desear algo pero no tener fuerzas para conseguirlo, y no esta prolongada planicie, sin gozos ni dolores.
Un día que sólo quiere escapar del sol, de los primeros calores y del tumulto de la vida de otros, entra en un bingo, creyendo que es un lugar adecuado para consumir las horas que le faltan hasta que pueda volver a casa y dar por terminada la jornada.
Se sienta en una mesa, solo entre la multitud y, como le sucede a menudo estos días, pensando en Ana, su primer, intenso y fulgurante amor. Pero muy pronto llega la exuberante Rosa, una madura y aún atractiva binguera, charlatana y resabiada, como irá descubriendo él cuando ella se convierte en su guía y asesora en este nuevo mundo cutre de luxe, que es tan diferente y tan ajeno a su vida de siempre.
El bingo constituye una peculiar comunidad de medio pelo y vigorosas alegrías que le ofrecerá la posibilidad de una segunda oportunidad, de emocionarse, de gozar, de desear y quizá superar aquella amarga sentencia que dice: Cuando el amor nos deja, la muerte nos alcanza.
Como ya ha hecho en otras ocasiones, Esther Tusquets, una de las narradoras más inteligentes y menos previsibles, sorprende y seduce con un inesperado salto sin red, una pirueta fascinante que lanza al lector desde lo que inicialmente se ofrece como una hermosa y melancólica travesía por el haber sido, hasta llegar a los renovados alborotos y alborozos de la vida y del deseo.
Edita ANAGRAMA

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