Un marinero de 20 años, fuerte, bien parecido, curtido y con un historial de delincuencia y trabajo rudo, es invitado casi por accidente a cenar en un hogar pequeño burgués.
Él, que sólo ha visto un óleo en los escaparates de las tiendas, que no tiene ni idea de lo que es un lavafrutas, queda fascinado ante lo que sus ojos le presentan como cultura y civilización. “Soy como un navegante a la deriva --le confiesa a la hija de la casa--, sin cartas ni compás en un mar desconocido. Pero me gustaría encontrar el rumbo. Tal vez usted pueda ayudarme. ¿Dónde ha aprendido tanto?”.
A partir de ese momento, el joven siente que tiene “un mundo que conquistar”, y la muchacha que lo acoge piensa que debe salvarlo “de la maldición del ambiente en que había nacido” e incluso “de sí mismo a pesar de sí mismo”.
En Martin Eden (1909), la más autobiográfica de las obras de Jack London, el modelo de novela de formación se materializa en una narración verídica tan compleja y vital que deja atrás la retórica de la verosimilitud. El proceso de su héroe, de “verdadero salvaje” a filósofo del individualismo nietzscheano, de tosco trabajador manual respetado escritor de éxito, es descrito con una intensidad a veces alucinatoria, pero siempre anclada en la realidad de la experiencia, hasta su conclusión fatalmente irónica.
Incomprendida en su momento, Matin Eden ha sido luego lectura inolvidable para generaciones de escritores en ciernes. Esta nueva traducción de London, de la que es responsable Marta Salís, es la única íntegra en español y sorprenderá a quien haya leído versiones anteriores.
Edita ALBA
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