En pleno siglo XXI, época tecnológica y materialista --aunque hay quienes matizan este calificativo--, las creencias religiosas vuelven a estar en el centro del debate ideológico y político.
La religión despierta pasiones --como siempre--, conmueve a multitudes, encumbra a ciertos líderes y es utilizada como excusa para justificar violencias absurdas y gratuitas que de nada sirven. Los partidarios de la ciencia pura y dura se escandalizan y otros, en cambio, consideran que algún tipo de fe en lo sobrenatural es indispensable para soportar la vida y, sobre todo, la certeza de que la muerte es inevitable. En cualquier caso, los dioses se abren paso a codazos, una vez más, hasta el proscenio del teatro mundial.
Este libro trata de religión, o más bien de las religiones: en qué consiste creer, en qué creeel hombre o no cree, y qué vinculación guardan esas creencias con la más importante y central de todas, el afán de inmortalidad.
Pero Fernando Savater --pensador controvertido pero siempre valiente-- también habla de la verdad --sin mayúscula--, de la diferencia entre credulidad y fe, de las vías no dogmáticas del pensamiento -al que algunos llaman espíritu--, de las implicaciones políticas que tienen las ortodoxias, del papel de la formación religiosa en la educación de las democracias laicas y de otros aspectos tanto o más conflictivos. Y también habla --quizá con acento más de futuro-- de cómo se puede vivir cara a cara con lo inevitable --la muerte y la finitud-- sin hacer concesiones a la irracionalidad, ni al pánico, ni a los excesos de esperanza.
Pero Fernando Savater --pensador controvertido pero siempre valiente-- también habla de la verdad --sin mayúscula--, de la diferencia entre credulidad y fe, de las vías no dogmáticas del pensamiento -al que algunos llaman espíritu--, de las implicaciones políticas que tienen las ortodoxias, del papel de la formación religiosa en la educación de las democracias laicas y de otros aspectos tanto o más conflictivos. Y también habla --quizá con acento más de futuro-- de cómo se puede vivir cara a cara con lo inevitable --la muerte y la finitud-- sin hacer concesiones a la irracionalidad, ni al pánico, ni a los excesos de esperanza.
Edita ARIEL
Seguramente hay muchas personas, en efecto, que llaman espíritu al pensamiento y viceversa; pero del pensamiento surge el lenguaje, la capacidad de expresión, cosa que no relaciono con el espíritu. Sería bueno que Savater consiguiese explicarlo. Saludos, amigos.
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